EL EQUILIBRIO (Segunda parte)
En el artículo anterior publicado en nuestro blog, pudisteis leer unas pinceladas sobre el tema del equilibrio. Al final de ese post afirmamos que un buen equilibrio reduce considerablemente el riesgo de sufrir caídas. Pero… ¿por qué nos caemos? Y sobre todo, ¿qué podemos hacer para evitarlo?
Para mantener el equilibrio nuestro cuerpo tiene unos límites de estabilidad, que si los superamos el cuerpo pondrá de manifiesto tres tipos de estrategias antes de caernos. Estas estrategias por lo general solo son necesarias cuando tenemos que valernos del equilibrio reactivo (del que hablamos en el artículo anterior) en función de la fuerza que ejerza sobre nuestro cuerpo la alteración.
- Estrategia de tobillo. La activación muscular comienza en los pies (distal) y solo con la activación muscular de las piernas conseguimos mantener el equilibrio.
- Estrategia de cadera. La activación muscular comienza en la zona pélvica (proximal). En este caso es necesario activar musculatura estabilizadora de tronco para mantener el equilibrio, ya que la estrategia de tobillo es insuficiente.
- Estrategia de paso. Las dos estrategias anteriores han fallado y es necesario el aumento de la base de sustentación para mantener el equilibrio.
Componentes neurofisiológicos del equilibrio
- Visión. Permite identificar objetos en el espacio y determinar su movimiento. Nos da información sobre donde está nuestro cuerpo en el espacio, sobre la relación de una parte del cuerpo con otra y sobre el movimiento del cuerpo.
- Sistema vestibular. Los estímulos vestibulares informan de las aceleraciones lineales y angulares que experimenta la cabeza, sobre su posición y de su inclinación con relación al eje de gravedad.
- Sistema somatosensorial. La información la recibimos gracias a la estimulación de los mecanorreceptores que tenemos en la piel, músculos y articulaciones. Esa información es procesada a nivel cerebral y podemos diferenciar entre temperatura, propiocepción y dolor. Por tanto, a través de este sistema sabemos en qué posición se encuentra nuestro cuerpo.

Los seres humanos somos muy visuales. ¿Os animáis a comprobarlo?
Si os animáis podemos hacer la prueba. Sobre una superficie firme (estando descalzos preferiblemente) mantened una posición estática de pie con los ojos abiertos y sentid como el cuerpo tiene una pequeña oscilación. Después cerrad los ojos y notareis como esa oscilación aumenta ligeramente. Hasta aquí, no hay problema. Vamos a complicarlo un poco más.
Ahora con los ojos abiertos sobre la misma superficie firme vamos a ponernos de puntillas o a la pata coja. Probablemente notaremos que nos cuesta un poco más mantener el equilibrio porque hemos reducido la base de apoyo y por lo tanto la entrada de información somatosensorial que en personas sanas puede llegar a ser el 70% del equilibrio. Notareis como las estrategias de tobillo incluso de cadera en algunos casos florecen para ayudar a mantener la posición erguida.
Bien. Lo complicamos un poco más. Ahora nos ponemos de puntillas o a la pata coja pero esta vez cerraremos los ojos. ¿Qué ocurre? Quizá alguno de vosotros haya tenido que realizar la estrategia de paso. Y eso se debe a que la visión en superficie firme corresponde a un 10%, con lo que el 20% restante corresponde a el sistema vestibular.
Cambiamos de superficie. Ahora vamos a probar a hacerlo sobre una superficie inestable, una colchoneta gruesa, por ejemplo. Con los ojos abiertos y los dos pies bien apoyados es fácil mantenerse, la oscilación es algo mayor que en la superficie firme, pero no tenemos problemas para aguantar. Ahora reducimos la base de apoyo, puntillas o pata coja, podemos poner de manifiesto algunas de las estrategias de nuevo, pero podemos aguantar. En este caso el sistema somatosensorial solo es el 10%.
Misma situación, seguimos con la base reducida y ahora cerramos los ojos. Probablemente muchos de vosotros os habréis desequilibrado rápidamente, la visión en este caso corresponde a un 30% un porcentaje bastante más alto, dejando un 60% de participación al sistema vestibular.
Podemos resumir que el equilibrio es una interacción de diferentes sistemas y que es dependiente del entorno, el individuo y la tarea. Ya que no es lo mismo caminar por una calle ancha, despejada y con total visibilidad, que hacerlo siguiendo un camino estrecho en la montaña teniendo que prestar atención a irregularidades del camino. Del mismo modo, cuando acontece una lesión neurológica y retomamos de nuevo el ejemplo del ICTUS, en el que supondremos que la mayor parte de la afectación recae sobre el sistema somatosensorial, tendremos como resultado que el resto de los sistemas tienen que suplir las carencias de éste.
Por eso, en los casos en los que se vea alterado alguno de estos componentes neurofisiológicos, trabajaremos para rehabilitarlos o intentar potenciarlos. Si identificamos que tipo de equilibrio es el más afectado o que sistema funciona de forma insuficiente podremos trabajarlo y así mejorar el equilibrio en su totalidad.
Trabajar la doble tarea es una excelente manera para mantener una buena relación entre equilibrio y atención. Como la mayor parte de las tareas diarias que realizamos requieren que seamos capaces de realizar más de una actividad simultánea, es necesario integrar este enfoque en nuestras sesiones.
Generalmente, el componente de atención prevalece sobre el equilibrio. Por lo tanto, orientaremos el tratamiento en esta dirección, realizando un tratamiento para trabajar todos los componentes del equilibrio de una forma progresiva, y regular la intensidad para desafiar al equilibrio.
Debemos tener en cuenta que las caídas no solo tienen consecuencias físicas, si no que muchas de las veces (por no decir todas) el paciente tiene miedo de volver a caer. Lo cual nos lleva directamente a un cambio de comportamiento; a la disminución de los desplazamientos, perdida de la autonomía y empeoramiento de la calidad de vida. Por eso es crucial romper ese círculo vicioso, ayudando al paciente a recuperar la movilidad y la confianza lo más rápido posible.
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